Ha aparecido, de nuevo, otra cara. Juega conmigo, juego conmigo, lo sé.
Es mi vida, para eso está.
Sigue siendo ella, puedo sentirla, puedo verla ahí dentro.
Es talento puro. Es pura, es un diamante en bruto. En bruto, lo más intenso.
Es increíble, a raudales, derrochado, volcado y desbordante... A veces desborda mis ojos, incluso. A veces los ciega. Es un torrente, es la energía de la muerte, ella se mueve por esas profundidades.
Su mirada fija en mí, y la muerte me tiene en su punto de mira. Es la energía pura, dual.
Vida/Muerte.
Amor/Odio.
Ese es el juego, ese es mi juego. Extremos.
No es especialmente bella, pero a veces encarna a la belleza. La veo en mármol, como una antigua estatua de Fidias. Sí, muchas veces la veo así. Pero los ojos no... Los ojos de las estatuas están vacíos. Sus ojos romperían el mármol, mil grietas originándose en su mirada.
Sus ojos romperían mi vida, mi vitrina, mi cascarón. Y yo podría renacer y vivir realmente. VIVIR.
Es la belleza, es ese rostro. Pero no podemos quedarnos en su belleza, no podemos. Es lo de menos.
Es tan intensa que su belleza pasa desapercibida. En su cara, el abismo, la tormenta, la oscuridad. A veces, pocas, el sol. Pocas.
Y el deseo, puede fingir que acompañado de una brisa, pero está fingiendo.
Ella desea con el poder de la muerte, se nota, se ve, no puede ocultarlo. No es una brisa, es un huracán, destruye, lo barre todo... Pero dulcemente.
Intensa y dulcemente, eso es lo que hay en el fondo, dulzura. Dulzura e inteligencia expresadas con una fuerza inhumana. Fuerza, intensidad, pero no de vida. La fuerza de vida es superficial, es alegre y luminosa, es ignorante y superflua.
Su fuerza es de muerte: ha vivido, ha sentido. Donde sea que estés, ella ha estado. Cualquier cosa que sientas, la ha sentido. Ella conoce las profundidades, ella lo conoce todo.
No quiero decir que sea taciturna. Al contrario, puede ser alegre y encantadora. Incluso es sociable. Pero oculta algo, cuando se mueve a ese nivel se nota: oculta algo.
Ella conoce lo que muchos nunca conoceran. Ella sabe cosas que tú y yo nunca sabremos. Puede ser encantadora y reir contigo, y hablar de banalidades. Claro que puede. Pero mírala, mira sus ojos, ¿ves el pozo? No tiene fondo, es un abismo. Podrías caer y morir antes de comprender nada. Ella lo lleva consigo, lo conoce, lo comprende. Por eso te atrae, quieres conocerla, pero no es tan fácil, ella no es fácil. Será amable, será cordial y divertida, pero no pretendas visitar las mazmorras; muy pocos pueden. Y quizás en el fondo te esté protegiendo: ¿estás preparado para ver lo que hay allí? ¿Para conocer la pureza? ¿No lo sabes? Tranquilo: ella sí.
Vive la vida a otro nivel. Piensa a otro nivel, siente a otro nivel. Es sincera y totalmente fiel a sí misma. Sabe que no merece la pena fingir.
Se gana la vida fingiendo, experimenta, cambia de uno a otro y no la reconocerías si no fuera por esa mirada. Puede encarnar infinitas personas porque es infinitas personas. Ha visto, ha sentido... Ella sabe. Está por encima de todos nosotros, porque se mueve por debajo. Conoce todas nuestras miserias, las grandezas ya nos encargamos de airearlas.
No la tomes a la ligera. Por mucho que la conozcas, nunca llegarás a saber quién es. Si esto te asusta, confórmate con otra. Conformarse es fácil, y muy cómodo. También es limitarse, nunca conocerás la felicidad. Pero creerás que eres feliz, así que, ¿qué más da?
Da. No puedo conformarme: quiero verlo, quiero conocerlo todo. Quiero visitar el infierno, quiero estar en el cielo. Quiero conocer la felicidad, quiero que me hunda en la miseria. Solo si has nadado en el lodo podrás descubrir lo que es volar. Quiero que ella me guíe por esos caminos. Quiero recorrerlos dentro de ella, hundirme en su océano y bucear, bucear... Hay tiburones, pero también hay viejos galeones que esconden tesoros. Y hay vida. Sobretodo, hay vida. Bancos de peces que se mueven acompasados, la luz que penetra el agua y se multiplica, se fracciona en miles de rayos... Así es como se ven las cosas allí abajo, así es como las ve ella siempre. Quiero mezclar nuestras aguas.
Quiero que su mirada me taladre y me paralice, que me mire así. Quiero sentir la fuerza de su deseo a través de sus ojos, ella lo hace así. Puede estar sonriendo, con el brillo de la jovialidad en las pupilas, pero cuando vaya a besarte, lo verás. Lo que siente sale, sale por sus ojos, sale por sus manos, por su boca... Casi lo puedes palpar. Puedes quedar paralizado, pero a pesar del miedo no podrás evitarlo, porque es como un imán, te atrae, te mueve hacia ella con la mirada, teje hilos invisibles que te llevan a sus labios. Te hipnotiza. Caes en un estado semiinconsciente. Te hipnotiza. Esos ojos... Y el cielo.
Ni siquiera intentes sostenerle la mirada. Nadie ha podido. Cuando te mira a los ojos, está penetrando en ti. Está viendo lo que eres, lo que haces, lo que piensas. Ella lo ve todo, ella lo sabe todo. Está viendo tus secretos, está viendo hasta todas esas cosas que te niegas a ti mismo, está viendo todo lo que ni siquiera tú sabes que hay dentro de ti. Está viendo más allá, siempre ve más allá.
Ella siempre ha estado más allá.
Más allá de la vida, más allá de la muerte. Más allá de este mundo. Más. Ella es más. Mucho más.
Mucho más dolor, mucho más sentimiento, mucha más felicidad. Intensidad límite. Todo al límite. ¿Podrías? Yo no lo sé, pero es lo que quiero. Y lucharé por ello. A muerte. Hasta el límite, para cruzarlo, y encontrarla allí, más allá.
Ella siempre ha estado más allá.
* Venus in Furs - The Velvet Underground