Echo de menos...
Ir a las rocas desde las que se ve el rompeolas con E. cuando todavía no era verano, pero tampoco invierno, y tumbarnos con nuestras camisetas de manga larga a tomar el sol después del inevitable bocata en el Pans de la Vila, y filosofar sobre la vida y el arte y todo en general cuando en realidad no teníamos ni idea de nada más que de que las olas rompían unos dos metros por debajo de nosotras, y el sol se sentía bien, y su olor me provocaba una sensación parecida a estar en casa.
Girar la esquina de la calle Súria escuchando como por las ventanas del entresuelo se escapan las notas de la sonata del claro de luna de Beethoven, y la puerta abierta al subir, y un piano que sigue sonando, me espera.
Y llenar ceniceros hablando de todo y de nada, hablando, horas y horas, cada día.
E ir a la cafetería, nuestra cafetería de los domingos por la tarde, entrar y que el camarero ya nos trajese lo nuestro, sin pedir, porque las cosas no cambiaban, porque cuando terminabas el cortado te traía la botella de agua, sin pedirlo, y porque ya no quedábamos a ninguna hora, simplemente, cada domingo, a eso de las cuatro, bajaba y tú estabas esperando para ir hacia nuestro café.
Y yo ya cruzaba el jardín encendiendo dos pitillos, porque sabía que me esperabas, esperabas un cigarro encendido en mi boca, y llegaba, beso, toma, calada. ¿para qué decir nada?
Y horas y horas de hablar, o de no hablar, o de decir más que palabras con la mirada.
Fue bonito, N.
Ir en el coche con la T. escuchando un cassette comprado a medias con el duplicador del walkman, peleándonos por ver quién tira más de los cascos, pero viendo que le he descubierto un grupo, que le gusta, lo está escuchando, no oyendo: le gusta.
Que se quede frita y colocarle bien la cabeza, que luego le duele el cuello, y taparla, más que por el frío porque sí, porque me sale. Porque era un bichito.
Que me robe las cintas de otros grupos y ver que un día, andando por la casa, canturrea esas canciones: le he aportado algo. He conseguido compartir algo. Ha dejado de despreciar todo aquéllo que provenga de la estatua derruida.
Compartir arte con alguien es algo que no puedo explicar.
Mis botas de agua y mi chubasquero, mi croissant de la Sanz cuando mi madre tenía el día espléndido, los días de lluvia hablando sola por la calle sin importarme lo que pensase la gente, fantaseando con ser un gran aventurero con un nombre horrible pero cercano.
Los dibujitos.
Los mimitos.
Los pactos con la T. que ella nunca cumplía y me sacaba de quicio, pero de quicio, no soporto las injusticias y la falta de nobleza, aunque sea en tonterías. Hay que tener palabra. Aunque tengas tres años.
La sensación de su rodilla ahí, y mi cuerpo respondiendo, y mi educación pseudo-católica en un flash y después el pensamiento práctico y al final la certeza de que no iba a perder la virginidad a menos 3 grados, sobre una roca, y de malas maneras. Podría haber sido él. Astrofísico, toma ya. Y qué de estrellas.
Pasarlo bien, simplemente, sin preguntarme las cosas, bebiendo y cogiendo el puntillo, sin tener que pensar en cuánto estoy gastando, en el presupuesto del mes, en que el tema de conversación gira en torno a hipotecas, ofertas, centros comerciales... Echo tanto tanto de menos coger el puntillo y ponerme a bailar aunque no me guste la música, y tontear con los chicos, y divertirme, sin más...
La última vez, M. venía. Y fue genial.
Echo de menos ser joven e inconsciente e irresponsable por una noche.
Los porros en el portal del Ramón, o en la Málaga, o en cualquier plaza de Sants o en casa de cualquiera que se hubiese quedado sola el fin de semana.
Los porros y la risa tonta y los temas absurdos y hablar de sexo y beber y un morreo de sorpresa y quedarte igual y pensar que tienes suerte de conocer a gente tan diferente y tan liberal.
Los morreos en medio de la pista de baile para atraer a los zánganos, y bailar en plan "te lo voy a hacer", la muy bestia, que le molaba, le encantaba.
La echo de menos.
Et trobo a faltar, G.
Desfasar en los conciertos sin inhibirme, a la mierda los tabús, a la mierda la gente que viene conmigo, la T. y yo y el mundo es nuestro. ¿Sería capaz ahora?
Hacerme unas buenas peyas para irme al parque a tomar el sol y fumarnos unos porros y hablar de música, o tocar. Tengo que desempolvar la Maha.
Estar cómoda con la gente.
Sentirme joven y despreocupada.
A él.
* When It's Cold I'd Like To Die - Moby
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