Nueve. El "casi" de los números. Y cada vez más "casi" tú y yo.
Porque a un giro de tu melena, un flechazo de tu mirada, y ya todo cambió por dentro.
Y a otro cruce de miradas, una pregunta, tu sonrisa, y un roce del que no puedo prescindir.
Hay subidas y bajadas, hay sonrisas, lágrimas, risas y cansancio, hay aliento cuando parece que no se puede más, hay guiños y miradas cómplices... Y, sobre todo, hay horas y horas de tu voz, de mi voz, de puertas abiertas de par en par, de confianza, de lugares jamás visitados, de asombro por la belleza que esconden, y de ansia por cuidarlos y descubrir más.
"Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de dónde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardian entre el centeno." * J.D. Salinger, El guardián entre el Centeno, Capítulo 22 - Holden Caulfield
Y caer al precipicio si es necesario, porque ¿qué sería de este mundo, de los campos de centeno, sin la risa de los niños? Para mi niña en especial, que tiene un mal día. * Talk Show Host - Radiohead
Hay días en que ni la música, ni el cine, ni la literatura llenan el hueco que produce la enfermedad, o la vida, o lo que sea. Y esos días son realmente malos. Porque cuando nada te llena, nada te llega, y lo único que eres capaz de sentir es dolor. Y no te importaría dejar de respirar. Porque dejaría de doler. Porque vas en carne viva, y cada pequeña cosa es alcohol puro directo a la herida. Porque de repente una despedida es de ácido y te corroe. Ya no recuerdo la última vez que me miré al espejo y alrededor de mis ojos no reinaba el morado o el marrón. Y tampoco recuerdo la última vez que me sentí asquerosamente petarda, aunque estoy segura que hace mucho menos de lo que creo. Mi mente funciona mal. A inmovilizarse y autocontrolarse.
Un día te dije que las cosas más relevantes de mi vida tienden a ocurrir en mi mente. No mentía. Puedo parecer calmada, impasible. Puedo parecer normal. No es así. Creí haber hecho entender que no es así. Parece que, para variar, no me explico bien. Puede que simplemente sea una egoísta, sí, soy una egoísta. Me centro en mí, no me fijo... Es todo cierto.
Y lo siento, para variar, pero esta vez no me siento tan mal por eso en concreto. Porque todo está relacionado : tú, el tiempo, el otro tiempo, los condicionales y las intenciones, ellos, ella, las afirmaciones, los cambios, la química... Todo circulando por la red neuronal. Siempre, todo, negro, enorme, pesado, sobre mis espaldas. Siempre una sonrisa, siempre un perdón, siempre "no es nada". A veces la simple mirada de un extraño duele. Eso no se tiene en cuenta, o no se cae en ello, ¿cómo entenderlo? Y, total, está como siempre.
Porque, como te dije, las cosas más relevantes de mi vida tienden a ocurrir dentro de mí.
Gracias. Por soportarme. Por saber lo que quiero y dármelo antes de que yo sea cosciente. Por dar a cada cosa la importancia que tiene. Por estar siempre aquí. Por darme cancha porque me conoces. Por cortarme las alas porque me conoces. Por ser mi motorcito. Por cuidarme. Por seguir aquí, a pesar de todo lo que piensas, aunque te juro que no es como lo ves. Por hacerme pensar, a veces, que no sólo tengo con seguridad a la perra.
Porque todos estamos solos, muy dentro, y se nos demuestra mil veces cada día. Gracias por el calor, gracias por el tacto. Gracias por la compañía.