Los caramelos caducaron y se deshicieron, el algodón de azúcar se pudrió y se tornó en un líquido viscoso parecido al petróleo, los corazones dejaron de ser iconos de libreta de colegiala de 16 años para convertirse en órganos sangrantes con ventrículos y aurículas, el regaliz volvió a ser un tronco de sabor amargo, el alcohol dejó de curar heridas para destruir el hígado poco a poco, sorbo a sorbo.
La luna llena ya no existe para dar paseos de la mano de noche, sinó para admirar su tétrica belleza cuando las nubes grises de la noche la cubren y las gárgolas de los edificios góticos aúllan en su honor. El sol duele en los ojos porque se cuela dentro, y dentro es mejor que todo permanezca a oscuras, dormido. La bestia desgarra las entrañas sin contemplaciones cuando despierta.
Los árboles perdieron sus hojas, y desprotegidos, perdieron toda vitalidad, muriendo. Tétricas figuras de ramas muertas a la penumbra de las farolas rotas, unidas a un tronco incapaz de alimentarse de una tierra estéril, esperando un viento lo suficientemente enérgico como para desarraigarlos y arrancarlos de esa muerte permanente a la que las raíces los condenan.
Susurra en mi oído palabras huecas, sin ningún sentido, pronunciadas millones de veces y escritas otras tantas por inercia, por decir, mintiendo, porque es lo que se dice.
Recuerdo la aspereza y tras un rato resulta familiar. Todo acaba resultando familiar y sorprendente a la vez. Instintos.
Termina, rellena tu corazón de humo como dice la canción, y sonríe, sonríe a todo, ríete sin parar de cada broma, cada chiste. Después, ponte las gafas de sol y sal a la calle como uno más.
Nadie sospecha nada. Nadie sabe nada.
La luna llena ya no existe para dar paseos de la mano de noche, sinó para admirar su tétrica belleza cuando las nubes grises de la noche la cubren y las gárgolas de los edificios góticos aúllan en su honor. El sol duele en los ojos porque se cuela dentro, y dentro es mejor que todo permanezca a oscuras, dormido. La bestia desgarra las entrañas sin contemplaciones cuando despierta.
Los árboles perdieron sus hojas, y desprotegidos, perdieron toda vitalidad, muriendo. Tétricas figuras de ramas muertas a la penumbra de las farolas rotas, unidas a un tronco incapaz de alimentarse de una tierra estéril, esperando un viento lo suficientemente enérgico como para desarraigarlos y arrancarlos de esa muerte permanente a la que las raíces los condenan.
Susurra en mi oído palabras huecas, sin ningún sentido, pronunciadas millones de veces y escritas otras tantas por inercia, por decir, mintiendo, porque es lo que se dice.
Recuerdo la aspereza y tras un rato resulta familiar. Todo acaba resultando familiar y sorprendente a la vez. Instintos.
Termina, rellena tu corazón de humo como dice la canción, y sonríe, sonríe a todo, ríete sin parar de cada broma, cada chiste. Después, ponte las gafas de sol y sal a la calle como uno más.
Nadie sospecha nada. Nadie sabe nada.
Los perros ladran, los locos, los yonkis y las putas gritan, la gente habla y coge el autobús, los borrachos andan haciendo eses, los pingüinos se delatan con algo de polvo blanco en la cara cuando salen del baño, y los coches pitan en los atascos.
La gente enferma, sufre, nace, muere, y el hormiguero sigue adelante con su actividad.
Las nubes ya no son de algodón, sinó que traen tormentas, y hace mucho que el amarillo dejó de ser mi color favorito porque era el color del sol.
* Enjoy the silence - Tori Amos version La gente enferma, sufre, nace, muere, y el hormiguero sigue adelante con su actividad.
Las nubes ya no son de algodón, sinó que traen tormentas, y hace mucho que el amarillo dejó de ser mi color favorito porque era el color del sol.